Aprender a mirar

Hoy deseo más que nunca, acudir a la casa de las palabras, allá donde los poetas se refugian, se sumergen, y establecen una relación entre aquello que sueñan, y lo que expresan. En este binomio me encuentro hoy para hablar de ti Charli, y recorro los viejos y gastados frascos de cristal para encontrar, a pesar de mí, tropezando con la duda, esa serena palabra que me permita escucharte. Porque a pesar de tu quietud, tienes tu corazón y tu mente intactas, y posees además dentro de ti, toda una orquesta, cuyo director eres tú mismo, que suena a gloria celestial.

Dicen de ti, que padeces el síndrome del cautiverio, también están cautivos los que van a nacer, y sin embargo, no sufren ni están prisioneros en la cárcel de su vida.

No tengas miedo Charli, extiende tu mano y acoge el agua llena de luz, de este atardecer que te enciende tus pupilas retadoras. Todo es incierto, y a la vez maravilloso, a veces intentamos bordear los obstáculos que van apareciendo, o intentamos protegernos con corazas, certezas o rutinas, pero de nada nos salva esa estrategia. La vida te ha llevado por caminos inesperados, que son un reto para ti. Vivir requiere el coraje de la incertidumbre, pero tú Charli has aprendido a mirar, como quien se sumerge en la densa profundidad de la quietud que ilumina tus secretos y borra tus angustias.

Recuerda siempre Charli que no estás solo, entorno a ti esta Puri, que es tu alma de mujer enamorada, llena de ternura, que encuentra satisfacción en ti, y que camina por la vida como si nada hubiese pasado, que comparte tu sendero con la calidez de saber que tú discurres pausadamente por él.

Los límites no existen, son cosas de la mente que el alma como tiene alas, vuela y deja tras de sí, esa música que suena en tu interior y que mece a su paso a las buenas gentes que le escuchan.

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